Este libro empieza como terminan infinidad de tertulias, simposios, conversaciones informales de bar y debates académicos, filosóficos y científicos de alto nivel de erudición: intentando definir de forma clara, unánime y rotunda qué es la fotografía.
No importa que hayan pasado casi dos siglos desde su invención, ni que las corrientes teóricas estén hablando ya de “la muerte de la fotografía”; el debate sigue siendo el mismo. Por mucho que avancemos en el tiempo o en tecnología, el fondo de la cuestión se mantiene no sólo inamovible sino en constante vigencia.
Y advertimos desde ya lo que nos ha demostrado la experiencia de años de acaloradas discusiones en torno a la cuestión: aún no hay respuesta que satisfaga a todo el mundo o, al menos, una sola, definitiva y concluyente. Así que aún estás a tiempo de desertar de la lectura.
Si por el contrario decides seguir, quede constancia por la presente de que lo que vas a encontrar no es sino una aproximación desde distintos frentes a esta disciplina, arte, técnica, representación, objeto, profesión, idea o como cada situación o contexto requiera llamarla. Y ello, gracias a la mirada de cineastas que nos sirven historias en las que la fotografía tiene algo que enseñarnos. Sin que necesariamente sean películas sobre fotografía o sobre fotógrafas o fotógrafos. De hecho, en algunas, la fotografía será algo tangencial o incluso accesorio. En otras, será el asunto nuclear. La cuestión, al margen del peso que tenga en la diégesis, es que nos permita acercarnos a ella, descubrirla, pensarla.
Una humilde invitación a conocer la fotografía en términos “macro”, a partir de la visión de la misma que nos da otra disciplina cercana, consanguínea, como es el cine.
La fotografía en el cine
Hablar de “fotografía en el cine”, en la jerga del sector vendría a referirse a hablar de cuestiones como la composición de planos, iluminación de la escena, manejo de cámaras, selección de ópticas, formatos de grabación, sensitometría, texturas, etalonaje y, en definitiva, de todos los factores y elementos técnicos y artísticos que contribuyen a convertir el guion en imágenes cinematográficas. Esto se conoce también como cinematografía o como dirección de fotografía y es una disciplina y un departamento indispensable en la realización de una película. Sin embargo, no venimos a hablar de esa “fotografía en el cine”, sino de cómo la fotografía fija, la de apretar el disparador para inmortalizar un instante que todos conocemos y practicamos, aparece representada en el séptimo arte.
Cuando empezamos a hacer una búsqueda profunda de posibles películas, la lista no hacía más que engrosar. La fotografía está tan presente en nuestras vidas que no es de extrañar la necesidad de hablar de ella, o de incluirla en la cotidianidad de los personajes de ficción. En ese sentido hemos visto que la fotografía está presente de diferentes formas: (1) como elemento central con entidad propia; (2) de forma secundaria, pero acompañando al personaje a lo largo de la historia; (3) de forma tangencial, ayudando en la caracterización de los personajes o matizando la historia o situaciones concretas.
Como elemento central podemos verla en Shutter (Banjong Pisanthanakun y Parkpoom Wongpoom, 2004), una película de terror en que una extraña presencia se cuela en las fotografías de Tun, un fotógrafo con un pasado oscuro. También en Una historia para los Modlin (Sergio Oksman, 2012), un cortometraje que trata de reconstruir a partir de unas fotografías la historia de una familia norteamericana afincada en Madrid. Estas fueron recogidas de la basura en la primavera de 2003 por Paco Gómez, quien empezó a tirar de un hilo que aún hoy, veinte años después, sigue trayendo cola. Las fotografías fueron además del origen del proyecto, la materia prima con la que Oksman finalmente decidió realizar la película, filmándola como si se tratase de un visionado de las mismas, como quien hace una repaso a un álbum familiar.
La maleta mexicana (Trisha Ziff, 2011), también se estructura en torno a la fotografía. Concretamente en torno a las cerca de cuatro mil imágenes tomadas durante la Guerra Civil Española setenta años después de la contienda. Un material excepcional no sólo por su gran valor histórico, sino también porque fueron tomadas por tres profesionales que se han convertido en referentes a nivel mundial: Gerda Taro, David Seymour (Chim), y Endre Friedmann, más conocido como Robert Capa y en quien, por cierto, se basa el personaje de Jeff (interpretado por James Stewart) en La ventana indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954).
La fotografía como compañera y motor de vida de los personajes es como aparece en la mayor parte de las películas que proponemos. Como muestra tenemos a Lucy en High Art (Lisa Cholodenko, 1998), Anna en Cegados por el deseo (Mike Nichols, 2004), Antoine en Un lugar en la Tierra (Fabienne Godet, 2013), Jan en Fotograf (Irena Pavlásková, 2013) o Violetta y Hanna en My Little Princess (Eva Ionesco, 2011), cuya vida está marcada por la relación que mantienen con la fotografía.
También hemos querido incluir películas en las que la fotografía aparece de forma tangencial. En Smoke (Wayne Wang, 1995) por ejemplo, Auggie toma cada día y desde hace años una fotografía siempre desde el mismo lugar, con el mismo encuadre y a la misma hora. Tiene más de cuatro mil fotografías que parecen la misma pero que son siempre distintas. Algo que nos resultó interesante a la hora de hablar de los trabajos seriados, y que en este caso conforman el proyecto fotográfico (y casi de vida) de Auggie.
En el caso de Im Juli (Fatih Akın, 2000) la cámara es un regalo que el azar les hace a los protagonistas en uno de sus periplos durante su viaje y que se usa para narrar su paso por Rumanía. El director cambia así el rodaje de esta secuencia de dos minutos, por únicamente fotografías fijas que se van sucediendo. Una muestra del poder narrativo de la fotografía en el cine, al igual que ocurre en La Jetée, de Chris Marker (1962). Esta última, aunque no trata la fotografía como tal en la ficción, la consideramos un imprescindible en este libro en cuanto que es una película compuesta a partir de fotografías fijas, además de por otros motivos que iremos desvelando en el capítulo en que hablemos sobre ella. Se trata de una pieza que el director la definió como un photo-roman (fotonovela), y que aunque responde más bien a la idea de diaporama se ha convertido en un clásico de la historia del cine.
En relación a los géneros cinematográficos, la fotografía en el cine tiene cabida allá donde queramos, tal y como podemos ver en esta propuesta de cincuenta películas y en la que encontraremos películas de índole muy distinta. Antes hablábamos de Im Juli; también Alicia en las ciudades (Wim Wenders, 1974), For Lovers Only (Michael Polish, 2011) y el documental Caras y lugares (Agnès Varda y JR, 2017) podrían formar un grupo de road movies. Hay también thrillers, como Testigos en cadena (Fernando Spiner, 1982), Johnny Skidmarks (John Raffo, 1998) y Paparazzi (Paul Abascal, 2004) así como psicothrillers (Hard Candy, David Slade, 2005). Otros géneros presentes son la fantasía en Fotografiando hadas, Nick Willing, 1997); el terror en Shutter (Banjong Pisanthanakun y Parkpoom Wongpoom, 2004); la comedia en Paparazzi (Neri Parenti, 1998) o en Pecker (John Waters, 1998); el drama en Cegados por el deseo (Mike Nichols, 2004), High Art (Lisa Cholodenko, 1998) o Lejano (Nuri Bilge Ceylan, 2003); el cine bélico en Los gritos del silencio (Roland Joffé, 1984), Salvador (Oliver Stone, 1986)o Fotógrafos de la muerte (Steven Silver, 2010) y el biopic en Fotograf (Irena Pavlásková, 2015)o en My Little Princess (Eva Ionesco, 2011), entre otros.
A la hora de elegirlas, nuestro criterio no se basaba tanto en la popularidad o en que tuvieran un argumento inolvidable, sino en que, como ya hemos avanzado anteriormente, nos permitieran acercarnos en mayor o menor medida a la fotografía. Algo que sí hemos procurado es que en su mayoría fueran películas de ficción. Y es que revisando la lista inicial nos dimos cuenta de que gran cantidad de películas que se habían realizado en torno a la fotografía eran de carácter documental, y muy significativamente aquellas que se centraban en la figura de un fotógrafo o fotógrafa en particular. Pero no era eso lo que andábamos buscando, sino la inclusión de la fotografía en la ficción cinematográfica. Aun así conviene advertir de que, de forma totalmente arbitraria, nos hemos tomado la licencia de incluir unos pocos documentales. El primero de ellos, La maleta mexicana (Trisha Ziff, 2011), por el impacto que tuvo su aparición en la recuperación de la memoria histórica y, especialmente, en la fotografía (sobre todo en el fotorreporterismo o en el fotoperiodismo de guerra). El segundo, La sal de la Tierra (Wim Wenders y Juliano Ribeiro Salgado, 2014), por la forma tan poética en que trata la fotografía, concretamente la de uno de los fotógrafos más influyentes de nuestros tiempos, Sebastião Salgado, que bien mereció un César, un Goya, un Premio Platino, el premio del público en el Festival de San Sebastián y una nominación a los Oscar. Y por último Caras y lugares (Agnès Varda y JR, 2017), por esa conjunción entre cine y fotografía tan propia de Agnès Varda y la reflexión en torno a la materia que hace en la que fue su penúltima película junto al artista callejero y fotógrafo francés Jean René, conocido como JR. Al margen de estas, podríamos citar otras que juegan con esmero con la realidad y la ficción si bien no podemos tildarlas de documentales ni negarlas como tales. Son Las fotos de Alix (Jean Eustache, 1980) y Una historia para los Modlin (Sergio Oksman, 2012).
Estas últimas no son largometrajes como la mayoría que se incluyen en la selección, sino que se trata de películas que, a pesar de ser de metraje inferior, aportan de igual forma valor al conjunto, del mismo modo que lo hacen otros títulos como la ya mencionada La jetée (Chris Marker, 1962) y Testigos en cadena (Fernando Spiner, 1982) (…)
[Fuente: tomado del capítulo inicial de la obra reseñada]
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Sobre la autora
Sandra Martorell es licenciada en comunicación audiovisual, técnica superior en fotografía artística, máster en producción artística y doctora en industrias culturales y de la comunicación. Ha desarrollado su trayectoria entre España (Valencia y Barcelona) y Francia (Lyon y París).
En la actualidad es profesora del departamento de Comunicació Audiovisual, Documentación e Historia del Arte, de la Universidad Politécnica de Valencia, donde imparte asignaturas relacionadas con el cine y la fotografía.
Es investigadora del grupo ArtiCom de la misma universidad y colaboradora en los grupos de investigación GAME (Universitat Oberta de Catalunya) y DigiDoc (Universidad Pompeu Fabra).
Como artista, su trabajo es fundamentalmente fotográfico y ha formado parte de exposiciones en España, Austria, Hungría, Alemania, Portugal, Eslovaquia, Francia, Lituania y Costa Rica.