Resumen: Revisión de las características esenciales de la comunicación académica y examen de las principales críticas al sistema de evaluación de la ciencia basada en publicaciones. Se examina de modo crítico expresiones como “presión por publicar” o “perish or publish!”, y se argumenta que tales encuadres no corresponden a un estado de cosas identificable en el caso de la ciencia y la universidad españolas. Se hace también una revisión de los motivos por este descontento y se sitúa en la existencia de un grupo reducido de editoriales de gran peso económico y que al parecer trabaja con márgenes de beneficio excesivos.
Palabras clave: comunicación académica, evaluación de la ciencia, revistas científicas, presión por publicar, perish or publish!
Introducción
La comunicación académica es uno de los mejores inventos de la humanidad. Es el tipo de cosas de las que puede decirse que si no existiera habría que inventarla. Déjenme recordar en qué consiste a grandes rasgos. En primer lugar, los investigadores enfocan algún problema relevante, esto es, uno cuya comprensión y, hasta donde sea posible, su solución, aporte algo, o bien a la academia o bien a la sociedad, y a ser posible a ambos. La ciencia, y sobre todo la ciencia financiada con recursos públicos, debe enfocarse a hacer de este un mundo mejor.
El paso siguiente es comunicar esa investigación si ha llegado a algún punto significativo. No es necesario que la investigación resuelva el problema para siempre. Para eso puede hacer falta acumular diferentes investigaciones y, según cuál sea el problema, años de investigadores trabajando en todo el mundo. Es suficiente que la investigación haga algún aporte que facilite la futura solución, o que mejore su comprensión y facilite así su mejora en algún extremo. Ahora bien, de nada sirve la mejor investigación del mundo si se queda en un cajón. Para que pueda aplicar su impacto beneficioso es necesario comunicarla. Aquí entra la comunicación científica.
Resulta que la comunicación científica utiliza diversos vectores, desde comunicaciones en congresos hasta presentaciones en power point, pasando por libros y otros. Pero el modo privilegiado de comunicar nuevos avances y resultados en ciencia es el artículo de revista científica, el llamado paper. La razón es que los papers solo se publican si superan ciertos procesos de evaluación llevados a cabo por otros científicos.
¿Qué está mal en todo esto? En principio, poco o nada parece que esté mal, al menos hasta donde algunos somos capaces de ver. Podría parecer que en el mundo de la ciencia, la comunicación académica debería estar siendo reconocida, honrada y valorada en todo momento como merece. Pues usted sería un ingenuo (como yo) si pensara tal cosa. En su lugar, hay muchos académicos que en foros públicos y en medios de comunicación cargan contra alguna o todas las partes de este panorama que, a la hora de llevarse a cabo, consideran que están pésimamente resueltos.
En lo que sigue voy a intentar analizar de modo crítico los tópicos más recurrentes sobre el tema. ¿Cuáles son mis fuentes? Foros y cuentas en Twitter de reconocidos académicos, artículos en medios de comunicación y conferencias y seminarios. Lo cierto es que los escenarios donde se presentan los temas que intento debatir son múltiples y la mejor prueba es que seguramente la mayor parte de los lectores reconocerán en seguida los puntos a los que me voy a referir. Los puede haber encontrado en la prensa, leído en redes sociales o escuchado a algún colega.
PRIMERA PARTE
LAS PRINCIPALES MUESTRAS DE DESCONTENTO
1. Presión por publicar
Esta es una frase que aparece con mucha frecuencia para señalar supuestos males de nuestro sistema. “Se nos pudre la ciencia” decían en un diario muy conocido a propósito de esta presión por publicar. La cuestión es que se presenta “presión por publicar” como una muestra del “lado oscuro de la ciencia”, según la expresión de otro de los diarios a los que les gusta retratar a la universidad española como un cenagal. Después comentaré algo sobre esto.
Pero volvamos a nuestra expresión. Imaginemos que en el colectivo de los bomberos se acuñara con tono negativo la expresión “presión por apagar incendios” o en el de los médicos “presión por curar enfermedades”. ¿Ven lo que quiero decir? ¿Cómo es posible que se considere negativo que los académicos tengamos presión por publicar? ¿Solo soy yo el que encuentra absurda esta crítica al sistema académico?
Cierto que tenemos presión por publicar, pero no hay nada intrínsecamente negativo en que tengamos esa presión: la ciencia que no se comunica, no existe. Si un investigador o un profesor de universidad vive esto como una losa, o ha equivocado su vocación o está enfocando mal sus prioridades. Siente presión por publicar cuando en realidad debe sentir presión por investigar.
Hay un efecto constitutivo innegable en toda política de evaluación. Una parte de quienes vayan a ser evaluados mediante el indicador X, empezarán hacer las cosas para conseguir directamente X en lugar de hacer aquellas cosas que generan como resultado el indicador X.
Es lo que sucede cada vez que un investigador se dice a sí mismo: “necesito publicar un artículo”, cuando lo que debería decirse es: “necesito avanzar en mi línea de investigación”. La secuencia lógica es la que va de la investigación a la publicación, y no al revés. Si piensa así, su prioridad es investigar y una vez ha logrado un resultado significativo, y solo entonces, se puede plantear el reporte, esto es escribir un manuscrito y enviarlo a una revista para su evaluación.
Cuando la verdadera línea de trabajo se invierte, el investigador aunque sea de modo inconsciente y totalmente inocente, está cometiendo un fraude. Lo peor es que lo está haciendo consigo mismo. Como el que hace trampas al solitario y culpa al juego.
Todo en la evaluación de los artículos que llevan a cabo las revistas está pensado para que la investigación tenga lugar primero y el reporte después (véase la estructura IMRyD por ejemplo). Cuando un equipo de investigadores solicita un proyecto, la situación es la misma: deben explicar la investigación que llevarán a cabo, deben argumentar el impacto académico o social (o ambos) que tendrá, y solo después pueden explicar cómo reportarán los resultados. Por algo se llaman proyectos de investigación (y no proyectos de publicación).
Todos los académicos saben perfectamente que primero es la investigación, y que el reporte viene después si y sólo si han obtenido resultados significativos previamente. Luego son aquellos académicos que hacen esta mala praxis los responsables de su propio malestar por poner, aún a sabiendas de que lo hacen mal, la carreta delante de los bueyes.
(…)
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Citación
Codina, Lluís (2023). “La comunicación académica y sus descontentos”. Anuario ThinkEPI, v. 17,
e17a19.
https://doi.org/10.3145/thinkepi.2023.e17a19
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